En Santiago todo es distinto y mas grande, qué duda cabe. Sin embargo yo extraño las intimidades de mi pueblito, las bromas entre los jugadores de pool del ya desaparecido “Club Social”, las caminatas nocturnas por las calles en el verano, con total tranquilidad. No había nada que temer. Éramos todos amigos.
Extraño la lluvia en invierno, el viento fuerte y cálido antes de llover. En Santiago la lluvia es mezquina. No lava la ciudad, sino que la ensucia.
La tragedia del terremoto destruyó mi lazo más grande con Requínoa, mi casa paterna. Pero está la de mis hermanos, las de mis amigos, con los cuales algunos años coincidimos.
Algunas veces voy a Requínoa y veo solo desconocidos. Nos debe pasar a todos los que un día partimos. Pero yo los imagino hijos y nietos de mis amigos y el lazo se renueva con este pueblito tan querido.
Eduardo Solís Troncoso.
Santiago, Mayo 2011
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